La ultima pared.

Al final cuando te cansaste de caminar, bienvenido a la ultima y llana pared. Descansa aquí hasta el final de tus días n.n

lunes, 6 de julio de 2015

Pequeña historia de terror

Dije que iba a escribir, bah, me lo dije a mi misma. Hace unas semanas le conte una historia de terror improvisada a mi novio mientras tratábamos de dormir, me dijo que le engancho asi que nada, a eso voy.


El silencio de los perros


Era muy tarde, por la noche. Acostumbraba a volver a esa hora del trabajo casi todos los días; solamente eran 5 cuadras de la parada del bus a mi casa, y ya estaba acostumbrada a hacerlas sola. Esa noche hacia mucho frio y recuerdo que había un silencio algo extraño, pero no me di cuenta enseguida del porqué. Llegada a la primera esquina, con mi gas pimienta en mi mano, me doy cuenta lo que me perturbaba de aquel ambiente tan callado, era lo profundidad de aquel silencio. Generalmente, mejor dicho, todas las noches que volvía del trabajo, si bien había una gran calma, se podían escuchar ruidos  aislados, una televisión encendida, un gato en algún techo… pero, lo quemas hacían ruido, eran los perros que ladraban al pasar.
Esos siempre estaban, protectores de hogares, y siempre ladraban cuando osabas pasar por su lado, incluso muchos asomaban el hocico en busca de alguna mano desprevenida a la cual morder. Siempre me sobresaltaban los de mitad de cuadra, ya que olvidaba que estaban allí por completo. Pero esa noche no.
 Ya iba por la mitad de la segunda cuadra cuando escuche los pasos de tacos a mis espaldas. Me sobresalte de inmediato al sentirlos, ya que estaba centrada en el silencio de los perros, que era tan inusual. Apreté con fuerza el gas pimienta, pero enseguida me relaje un poco, eran tacos, no eran pasos de hombre, por lo cual no me daba la impresión de ser violador, y si era una ladrona, no iría a robar con tacos; es más, siendo tan tarde y con ese calzado, seguro era también una trabajadora como yo; pero aun así, teniendo los miedos normales que tiene una chica cualquiera caminando sola a esas horas de la noche, al llegar a la tercera esquina me acomode discretamente la cartera y la campera, para ver sobre mi hombro aunque sea si era una mujer o no y, en efecto, a unos metros detrás míos, pude vislumbrar una silueta femenina, pero no más que eso.
Mi cuerpo se relajó, pero rápidamente volví a tensionarme, en la siguiente cuadra, la cuarta, estaba aquel animal sacado de pesadillas, el cual decían que era un perro pero yo tenía mis dudas, ya que tiene fácilmente 3 veces el tamaño de un perro normal. Ese siempre que pasaba asomaba más de la cabeza de lo que parecía ser un viejo alambrado oxidado y con muchos agujeros por donde el bicho metía el hocico. La noche anterior el perro había logrado sacar una de sus patas de ahí, y si no hubiese sido por que me largué a correr, probablemente el perro me hubiese atrapado, aunque sea mi campera. Ese perro no estaría callado.
Pero había tanto silencio, ni una tele, ni un gato, ni un ronquido, solo los pasos de tacos a unos metros detrás mio.
Tragué saliva, al acercarme a casa, pude ver como el alambre seguía doblado para afuera, pero no había señales del perro. Al acercarme pude escuchar un ruido, diferente al de los tacones de fondo y al del latido de mi corazón… era el llanto del perro, que con miedo se asomaba detrás de un silencio tan tétrico. Mi cuerpo quiso parar y verlo, porque mi mente no se lo creía, pero mis pies me obligaron a seguir caminando. ¿Qué podía asustar a semejante bestia del Inframundo?. Mientras debatía internamente, un pensamiento surgió en mi cabeza tan rápido y tan letal que me helo por completo la sangre y me di cuenta del porque el silencio me parecía tan perturbador y me dejaba intranquila.
Acelere el paso, obligándome a no correr, mientras el terror me invadía; ¿Cómo era posible que no escuchase a la mujer acercarse y situarse a unos pocos metros? El silencio hacia que escuche hasta el latir de mi sangre, esas pisadas de tacones, aparecieron de la nada a mitad de cuadra y… parecía que entre más aceleraba el ritmo, más lo hacían esas pisadas, así que no pude contenerme y eche a correr, mientras escuchaba que la mujer lo hacía también, y, cuando parecía que estaba a pocos pasos míos, logre meterme en el hall de mi edificio, y con un rápido giro, observe detrás de la puerta de vidrio, no había nadie allí.

Solo el silencio y la oscuridad.